El fin de los exámenes de septiembre

Exámenes de septiembre (Forges)

Este curso será el primero, desde que soy profesor universitario, en que no haré exámenes en septiembre. Y no es por mi gusto.

En otros tiempos la situación era distinta. Cuando las carreras universitarias consistían en licenciaturas y la mayoría de las asignaturas (si no todas) eran anuales, los calendarios de exámenes eran sencillos. Teníamos un examen final ordinario en junio y uno extraordinario en septiembre; también había otro extraordinario en diciembre o febrero, pero prácticamente no se apuntaba nadie, así que en la práctica había dos oportunidades de aprobar.

Con el cambio de licenciaturas a grados, y con la posterior proliferación de asignaturas semestrales, la cosa cambió. En primer lugar, los profes tenemos ahora mayor libertad para establecer los criterios de calificación, lo que nos permite ir más allá del típico “jugárselo todo a una carta”. Yo he aprobado a alumnos con un 3 en el examen final, porque la nota que habían sacado en prácticas, seminarios y otras actividades le subía a cinco (aviso: otros profes no son tan buenos como yo y exigen sacar cinco en el examen teórico para añadir notas extra por prácticas y demás). También puede hacer cosas como jugar al “quién quiere ser millonario” con mis alumnos o ponerles trozos de películas de superhéroes en clase, pero de eso ya lo contaré otro día.

En segundo lugar, las Universidades se hartaron de que los alumnos pasasen curso tras curso tras curso con un reguero de asignaturas pendientes. Eso era posible porque, aunque un alumno tenía seis convocatorias sobre el papel, si no entregaba el examen se consideraba no presentado; algunos alumnos iban a examen, veían el contenido y, si les parecía demasiado difíciles, pasaban y se iban a casa. De ese modo, se consideraba que no corría convocatoria, y al año siguiente esos alumnos se volvían a matricular en la asignatura, con lo que eso representa de gasto de recursos públicos.

Ahora la convocatoria corre te presentes o no, así que puestos a ello te presentas y a ver qué pasa. El primer año que pasó tuve overbooking en el aula de examen y tuve que salir corriendo a hacer más fotocopias de hojas de examen. Creí, iluso de mí, que era resultado del cambio a título de grado combinado con mi nuevo proyecto de innovación docente Física de Película.

Entiendo la actitud de mi Universidad. Había un serio problema de alumnos que repetían hasta el infinito y más allá, y hay que asignarles profesor, aula, recursos en general; y ni por un momento creáis que el coste de la matrícula cubre todos los gastos, ni por asomo. Al eliminar el truco de correr convocatorias, los alumnos tendrán que pensárselo mejor a la hora de matricularse alegremente, la Universidad puede asignar recursos de forma más eficiente.

Pero por algún motivo, quizá por haberse apercibido del gran porcentaje de alumnos que se presentan a la convocatoria de junio, alguien pensó que sería buena idea cepillarse la convocatoria de septiembre. No se puede eliminar porque cada curso universitario tiene dos convocatorias oficiales, la ordinaria y la extraordinaria, pero ¿por qué no adelantar esta última? De ese modo surgió la idea de hacer la convocatoria extraordinaria antes de las vacaciones de verano. Total, para cuatro gatos que se presentan, tampoco hay que romperse el lomo, pensaría alguno.

En una Universidad seria el tema se hubiera planteado con el rigor que se merece. Mi Universidad no parece ser de las serias. Tuve dos noticias sobre los planes de la recién elegida rectora al respecto. La primera fue cuando leí en un diario universitario que se había creado un grupo de estudio al respecto, por supuesto sin decisiones preconcebidas y tan sólo por ver de qué va la cosa. La segunda fue meses después, en una reunión de la comisión docente del grado, en la que el coordinador nos dijo algo así como “bien, ya tenemos los nuevos calendarios, por lo visto la convocatoria de septiembre desaparece.”

La rectora abrió un período de reflexión combinado con un sano y enriquecedor debate, que consistió en dejar a las facultades escoger entre semestres abiertos o cerrados. En la modalidad de semestres abiertos, todos los exámenes extraordinarios se hacen en el período de junio/julio; en la de semestres cerrados el examen extraordinario se hace justo detrás del ordinario. La diferencia fundamental es para las asignaturas del primer semestre, donde el examen extraordinario se hace en febrero (semestres cerrados) o en junio/julio (semestres abiertos). Ese fue todo el “debate enriquecedor” que nos permitieron. Por cierto, en la Facultad de Ciencias, donde yo trabajo, escogieron semestres cerrados.

Personalmente creo que la eliminación de la convocatoria de septiembre (o mejor dicho, su traslado de fecha) es una mala idea. Antes los alumnos escogían de qué presentarse en cada convocatoria. La idea era centrarse en las que llevas bien, y dejarte las otras para septiembre, y si por el contrario te habían suspendido en junio tenías otra oportunidad y tres meses para prepararte. Ahora al alumno se le impide esa opción. Cuando suspenda un examen del segundo semestre en junio, tendrá tres semanas –no tres meses- para intentarlo de nuevo, y si estás en una facultad con semestres cerrados, tendrás el mismo problema también con las asignaturas del primer semestre.

Los motivos para justificar la desaparición de la convocatoria de septiembre se pueden leer aquí. Vienen a decir que es bueno para los alumnos porque la convocatoria de septiembre ha registrado “tradicionalmente altas tasas de fracaso” así que al eliminarla aumentará el rendimiento académico. Los alumnos “pueden contar durante todo el período de preparación de los exámenes extraordinarios con la ayuda de sus profesores”. También se mencionan ventajas porque se empieza el curso académico antes, se evitarán incorporaciones tardías, ventajas en movilidad internacional, procesos de matriculación, etc. Por nuestra parte, los profes tendremos el listado completo de estudiantes mucho antes, podremos planificar tareas.

Si quieren más motivos, la Universidad de Granada nos los ofrece aquí, y como según ellos el “calendario adelantado” ya ha sido adoptado por 24 universidades españolas, pues será buena idea y a callar todo el mundo. Pero si desea pruebas, tenemos dos documentos de trabajo disponibles: este y este. Me limitaré a dejarles que se los lean y después dedican si tamaña profusión de porcentajes con uno y dos cifras decimales, en entornos fuera de contexto, demuestran algo o pueden servir para extraer conclusiones razonadas. A mí se me ocurre, por ejemplo, que dar datos de universidades que NO siguieron el proceso de semestres abiertos sería de ayuda para poder comparar; o que, no sé, quizá haya otros factores relevantes como que hayamos pasado varios años de crisis económica.

Me escandalicé por el modo y las formas pero, como perro viejo, no me sorprendió. Si mi Universidad está empeñada en meternos en el sistema de semestres abiertos poco podré hacer para impedirlo, y si tienen que recurrir tópicos o datos que no demuestran nada, allá ellos.

Pero como científico, como persona entrenada para basar conclusiones en cifras, no me quedo contento, así que se me ha ocurrido buscar datos y contrastarlos. Para ello, he tomado las cifras correspondientes a mi propia asignatura, el semestre Física I del Grado en Química (Universidad de Granada), y he contrastado los datos de aprobados en junio y en septiembre. Esto es lo que me he encontrado:

Como puede verse, los resultados favorecen a la convocatoria de junio al principio, luego gana la de septiembre, y después parecen ir a la par. La interpretación que podamos hacer es discutible, porque la muestra es pequeña, ¿pero a que no parece estar tan claro eso de las “tradicionalmente altas” tasas de fracaso en la convocatoria de septiembre? Este resultado en sí ya me pone en alerta ante lo que se nos puede venir encima este curso.

En lo que toca a otros argumentos, podría decir que los alumnos YA cuentan con nosotros para preparar los exámenes extraordinarios, y eso desde siempre porque es nuestro trabajo (y quien no lo haga, mal profesor es); que no hay ventaja alguna en reducir ese período a tres semanas; que sería la primera vez que los profesores tuviésemos el listado completo de los alumnos desde el primer día; que habrá incorporaciones tardías sí o sí; que al comenzar antes el curso también tendremos menos días de docencia (porque de alguna parte hay que sacar el tiempo del período extraordinario de exámenes, al menos en el primer semestre)… pero como no quiero sonar como un profesor quisquilloso, esperaré a que termine este próximo semestre para dar mi opinión basada en la experiencia.

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2 comentarios en “El fin de los exámenes de septiembre

  1. Este curso en Madrid los alumnos de secundaria no tendrán convocatoria de septiembre, sino una extraordinaria en junio dos semanas después de los finales de junio. Dos semanas menos para dar el temario y la absurda idea de que un alumno que no ha conseguido los objetivos en más de 8 meses los alcance en 10 dias. Y mientras los aprobados obligados a ir a clase no se sabebien a qué. Razones: lo hacen así en la universidad. Si, por una parte no se ha evaluado si ha sido positivo este sistema en la universidad y, por otra, nada tiene que ver la enseñanza universitara con la secundaria, de que estamos hablando?

    1. Creo que hablamos de que así el centro tiene más fácil comenzar en Septiembre, los trámites administrativos se simplifican, y al alumno que le den dos duros. Una lástima

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