Puntualidad en el laboratorio

Llegar a tiempo
No llego, no llego, y luego me toca repesca el sábado

Esta semana comienzo las prácticas de laboratorio con mis alumnos. Es un buen momento para recordar una de mis manías particulares: me gusta la puntualidad. Soy un bicho raro.

Por lo general, suelo pensar que la puntualidad es un signo de respeto. Todos tenemos cosas que hacer, y en un momento dado las interrumpimos para vernos las caras. El problema es que hay gente que pasa de la educación y decide que su tiempo es más valioso que el de los demás.

No me refiero a gente que llegue tarde por problemas genuinos. Cuando quedo con mi hermano en mi barrio sé que tardará en llegar y encontrar aparcamiento así que ya descuento unos minutos en la ecuación. También hay personas cumplidoras que se encuentran con un problema (el autobús no llega, han tenido que esperar a que llegase el tío de la lavadora, han perdido las llaves), y cuando tienen un problema de tardanza suelen llamar por teléfono para avisar de la tardanza.

No, a lo que me refiero es a esas personas que ya cuentan con que van a llegar tarde, que lo tienen programado en sus agendas. Mientras los demás hacen sus planes con tiempo, esta gente sigue con su bola, ya sea ver la tele, ducharse o llevar a los niños al tenis, que ya llegarán a la cita cuando lleguen. Hay incluso ambientes en los que ya se cuenta con eso, donde lo que mola es llegar lo más tarde posible, dar la impresión de estar ocupado. Que me esperen, porque yo lo valgo, parece ser la divisa.

Bueno, pues resulta que no lo vales, y si lo valieses me daría igual. Tu tiempo es tan importante como el mío. ¿Qué te hace pensar que puedes hacer lo que te da la gana mientras yo estoy aquí, haciendo plantón? Es una falta de respeto, una forma de transmitir el mensaje de que tu vida es lo esencial y los demás tienen que adaptarse a ti.

Cuando llega la hora de la clase intento transmitir a mis alumnos la idea de que la puntualidad es buena compañera de viaje. En las clases de teoría es fácil, ya que normalmente no tienen que venir de otra parte, y si yo llego un par de minutos tarde es de forma deliberada para darles un respiro entre clase y clase. La gente que por cualquier razón llega tarde pide disculpas y entra. Sé que hay gente que sigue unas clases y otras no, que trabajan por la mañana, y que en cualquier caso no tienen obligación de ir a clase, así que en esos casos no suelo ser estricto.

Las prácticas de laboratorio son tema aparte. En algunos casos llegan tarde porque acaban de tener clases de teoría en otro edificio de la facultad y es necesario ser flexible; cuando no es el caso, por ejemplo cuando un alumno tiene teoría por la mañana y prácticas por la tarde, sé que no tienen excusa y suelo ser más estricto.

El motivo va más allá de mis pejigueras personales. En un laboratorio el tiempo es limitado y hay varios grupos esperando a usarlo, así que un uso racional es algo necesario. Uno no puede entrar en el LHC y pedir tiempo de experimentación cuando le de la gana, y quien dice el LHC dice un observatorio astronómico, un superordenador o un microscopio electrónico. Tienes que ir cuando te toque, y si llegas tarde te quedas fuera.

Por supuesto que un laboratorio de prácticas de primero de carrera no es una instalación científica vital, pero precisamente por ello es el lugar ideal para enseñar a los alumnos las virtudes de la puntualidad. Bueno, antes lo llamaban virtudes, ahora lo llaman competencias, pero viene a ser lo mismo.

Salvo motivo justificado (cita con el médico, por ejemplo) mi planteamiento es el siguiente: a la hora en punto paso lista y los alumnos entran; dejo cinco minutos de cortesía; luego otros cinco minutos de mosqueo (que son como los de cortesía pero con mala cara); y a los quince minutos tarde te quedas fuera. No acepto quejas tipo “es que el autobús…” Chico, que sepas que yo vivo en la otra punta de la ciudad y siempre llego a mi hora, así que espero lo mismo de mis alumnos.

Tuve problemas especialmente graves en Aparejadores (ahora se llama Edificación). Era normal que a la hora en punto estuviese menos de la mitad de los alumnos, y con un poco de suerte algunos más llegaban en los siguientes minutos. Tuve que cerrar la puerta a más de uno y a más de dos. Lo que peor me sentaba era que no solo llegaban tarde, sino que les daba igual, ni siquiera lo veían como un problema.

En una ocasión un alumno rompió todas las marcas llegando una hora y diez minutos tarde ¡para una práctica de dos horas! Ni siquiera ofreció la menor explicación, se limitó a abrir la puerta y entrar. Como la ley me impide tirarle una práctica a la cabeza (además, sería maltrato de material), me limité a mirar el reloj y decirle “vale, pues ya puedes volverte a casa.” Me miró extrañado, en plan “pero estoy aquí, que es lo importante.” Pues no. Lo importante es estar aquí a la hora para hacer tu trabajo, así que en lo que a ti te toca, práctica suspendida. A la calle.

Sin llegar a tales extremos, hay alumnos que llegan unos minutos tarde y cuando llegan lo hacen sin anunciarse. Eso es perjudicial para ellos porque ya he pasado lista y, si no me avisan de que han llegado, oficialmente es como si nunca hubiesen llegado. Afortunadamente para ellos me dedico a contarlos varias veces para controlar a los tardones (¡ahora entiendo por qué mi profe de inglés del colegio se pasaba el día contándonos!), pero el día que no lo haga va a haber muchas sorpresas entre mis alumnos.

Por cierto, ya que estamos en el tema, no me gusta que cuando le pregunte a un alumno tardón su nombre me responda “Luis.” Ni eres el único Luis de la lista ni somos tan amiguetes como para tratarnos por el nombre de pila. Apellido y nombre, por favor, y ponte a trabajar que tu compañero ya está en faena.

Porque esa es otra. Cuando alguien llega tarde, o sencillamente no llega, la tarea recae sobre el compañero. Muchas de las prácticas pueden ser realizadas por una sola persona, pero resulta mucho más fácil entre dos. Obligar a un compañero a comerse el marrón mientras tú pasas del asunto es mal compañerismo. No hagáis eso a un compañero. No mola.

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Un comentario en “Puntualidad en el laboratorio

  1. Hola
    He leído este interesante post y creo que no lo haces bien. Yo tenía el mismo problema y lo solucioné con un anuncio en el Aula Virtual que dice así: “Si encuentras la puerta del laboratorio cerrada, por favor, no llames para entrar. No hay excepciones”. Mano de santo. Fin del problema.

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