Clases en inglés

Tú di eso de “inglés a nivel de usuario” y todo te irá bien

 

A aprender inglés / que es de gran porvenir / y si tu padre no lo hizo / tú sí…

En los ochenta, Miguel Ríos cantaba esas palabras, no sé si para reírse de la moda de aprender el idioma inglés, o para criticar a los mayores que creían hacer bien dando a sus hijos todas las oportunidades que ellos no tuvieron.

Lo segundo sigue con vigencia, y también lo primero. Por todos lados tenemos colegios bilingües y chavales vestidos con uniformes que parecen sacados de Oxford, ya sabéis, con un logotipo pretencioso en la pechera del jersey. Parece que los niños deben saber inglés desde que gatean, y si es antes, mejor que mejor.

Al menos hemos ganado algo: ya no tenemos que engatusar a los niños con el argumento de “tu padre no lo hizo y tu sí, que es muy útil”. En estos tiempos hiperconectados tiene bien claro que, si sabes inglés, puedes seguir más fácilmente el canal de su youtuber favorito o enterarse de cómo se funciona en Fortnite.  Las Universidades, por supuesto, son conscientes de ello, y hacen lo posible por animar a los alumnos a aprender inglés, al menos en asignaturas de ciencias (las que yo conozco), donde publicar e intercambiar resultados pasa por saber inglés sí o sí.

Al menos en teoría.

La práctica es, como de costumbre, algo más rocambolesca. En mi Facultad se supone que los alumnos no pueden ni conseguir si título de grado hasta que hayan demostrado tener conocimientos de inglés. Me parece magnífico; pero en contraste, a los profesores no se nos exige nada de eso. Vale, un alumno de Física hoy será un investigador de mañana con el C1 en el bolsillo, pero muchos profes veteranos estamos sin papelito que nos acredite conocimientos de inglés.

No me quejo por la parte que a mí me toca. Tuve la suerte de que mi padre me aplicó ese “a aprender inglés, que es de gran porvenir” que me despachó a Estados Unidos un año entero, sin contacto con nada que sonase a español. Os aseguro que así se aprende un idioma a ritmo de ametralladora. Eso sí, nunca me convalidaron mis conocimientos de inglés cuando volví, así que sobre el papel soy un profesor iletrado en ese idioma.

¿Y qué importa? En principio, poco tirando a nada. He escrito artículos, pósters, he dado conferencias científicas, todo en inglés, y no se me han caído los anillos. Me he pasado muchos años como profesor universitario sin títulos de inglé, y puede que acabe jubilándome sin necesitarlo.

O puede que no.

Resulta que hace unos días me llegó por Radio Macuto la noticia de que el grado en el que doy clases va a cambiar, y uno de los cambios que se están planteando es el de dar algunas asignaturas en inglés. En principio es solamente una propuesta, pero ya he visto otras “solamentepropuestas” convertidas en realidad incontestable en un abrir y cerrar de ojos, de modo que es mejor estar preparado para lo que se nos viene encima.

El problema es: ¿a quién beneficia eso? La pregunta parece tonta, pero os aseguro que no lo es, y cuando nos la planteamos en nuestra titulación nos dimos cuenta de la que se nos venía encima.

A los profesores no nos beneficia en absoluto. Para empezar, tendremos que conseguirnos un título de inglés. Yo tengo ventaja porque sé bastante, si acaso necesitaría un repaso y puesta a punto; pero bastantes compañeros, de esos que no se han bajado de las transparencias en acetato, pueden verse en dificultades. En segundo lugar, ¿cómo nos titulamos? Los cursos cuestan dinero, los exámenes también, y si tenemos que titularnos lógico es que lo pague la Universidad.

La ventaja es que mi Uni tiene cursos para profesores; el inconveniente es que no dan abasto. Hace tiempo intenté acogerme a uno de esos cursos, pero no pude. Tuve que hablar con una jefaza, quien me explicó por teléfono el problema: somos mucha gente. No han tenido más remedio que asignar sus recursos dando prioridad a los que más lo necesitan (por ejemplo, los relacionados con Erasmus, los que tienen proyectos internacionales, cosas así). Total, que vamos a tener que gastar nuestro tiempo y dinero en una actividad que la Universidad nos exige pero que no nos ayuda a conseguir. Así no vamos bien.

Tampoco beneficiará al título de grado o a la Facultad. Imaginad el típico curso de dos grupos, que suele ser el de mañana y el de tarde, con igual número de alumnos. Si un grupo tiene que darse en inglés, ¿cómo lo hacemos? Una de dos: o bien obligamos a un grupo a aprender en inglés, o hacemos que se matriculen del curso de inglés los que quieran. En el primer caso habrá un agravio comparativo (aprender Física ya es difícil en español, así que no veas en inglés), y en el segundo acabaremos con un profesor dando Física en inglés al 10% de los alumnos y otro comiéndose con patatas al otro 90%

La solución, por supuesto, sería crear un tercer grupo en inglés y que lo escoja quien quiera. Genial. Ya nos volvemos locos asignando horas y aulas a dos grupos, no veas tú con tres. Y por supuesto eso significa crear nuevos grupos y contratar más profes, y no creo que mi Uni esté por la labor.

Me dirás, amigo lector, que al alumno seguro que le beneficia, y que en ese beneficio tenemos que trabajar los profesores nos guste o no. Totalmente de acuerdo en eso; pero decidme, queridos estudiantes, ¿os resulta fácil la carrera ahora, alumnos? Pues imaginaos en inglés. Yo ya tengo problemas enseñando el principio de Arquímedes porque hay alumnos, españoles nativos, que no entienden la expresión “en el seno de un fluido”. En español. Ese idioma que, según la Constitución, tienen el deber de conocer.

De acuerdo, ha llegado la hora de poner las cartas sobre la mesa. Os voy a decir quién se va a beneficiar con las clases en inglés. No son los alumnos, no son los profesores, no es la excelencia docente.

Es la Universidad.

Os lo explico. En mi departamento trabajamos mediante contrato programa. Se trata de una serie de compromisos que el departamento adopta, algunos obligatorios y otros que podemos elegir nosotros (cosas así como el número de proyectos de innovación, el uso de plataformas digitales, becarios, todo tipo de cosas), y en función de cuántos de esos compromisos alcancemos nos dan más o menos presupuesto. El año pasado nuestro grado de cumplimiento de objetivos alcanzó el 100%, lo que nos tiene muy contentos, no sólo por la pasta sino por la nota en sí. Eso de sacar un sobresaliente perfecto enorgullece a cualquiera, y nosotros somos tan cualquiera como el que más.

Pues por lo visto la Universidad también trabaja con la Junta de Andalucía mediante contrato programa. La Junta te plantea objetivos, la Universidad los cumple y recibe más pasta.

Si eres alumno, amigo lector, lamento haberte amargado la ilusión. Quizá hayas llegado a pensar que cursar asignaturas en inglés es un paso tomado por los responsables de tu Universidad para mejorar la calidad de tu enseñanza, darte más oportunidades laborales o ayudarte en tu Erasmus. Puede que te sirva para algo de eso, no lo niego, pero ese no es el motivo fundamental.

Se trata de dinero.

Nada más.

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