[ACTUALIZADO con fecha 20/11/2020]
Los que me conocen sabrán que no me callo en Twitter ni debajo de agua, pero mis intervenciones en blog sobre el COVID se pueden contar con los dedos de una mano. Sólo he comentado mis opiniones al respecto del virus y la Universidad en este post. Aparte de eso, y de hablar algo sobre las matemáticas de una pandemia (sea usando una hoja Excel o enseñanado a ajustar datos), me he volcado durante estos meses en preparar material y métodos tanto para el confinamiento de Marzo como para la nueva normalidad que vivimos ahora: he puesto a punto un simulador de datos de prácticas (cuya versión 2.0 me ha llevado dos meses de trabajo), he hecho vídeos para prácticas de laboratorio [ENLACE CORREGIDO], más vídeos para prácticas de laboratorio, otros vídeos para refuerzo (tipo Curso Cero), videoapuntes para este curso, he preparado el laboratorio del que soy coordinador… ciertamente no me puedo quejar de aburrimiento.
He hecho todo lo que sé para adaptar la docencia de este curso, y la del cuatrimestre del curso anterior, a la nueva realidad, esa en la que los fallecidos por covid vuelven a contarse por centenares y en la que el final de la pesadilla está más lejos que nunca. Creía, y sigo creyendo, que en las actuales circunstancias mantener abiertas las aulas universitarias es una locura (y para aquellos que siguen con la cantinela de “no es culpa nuestra”, leed lo que dije al respecto hace justo un mes, por favor). Mi Universidad no lo vio así, se nego durante mucho tiempo a tomar medidas de cierre, y al final hizo falta una orden directa de la Junta para cerrar las aulas donde se dan clases de teoría.
Pero las prácticas no están afectadas por esa orden de virtualización.
Y ahí está mi problema.
Este semestre doy docencia a los alumnos de Física I, Grupo A, Grado en Química, UGR. Comenzamos en modo de clases teóricas semipresenciales, aunque pronto pasamos a la modalidad online. En lo que respecta a las prácticas, hacía tiempo que estaba preparado para ambos escenarios (A semipresencial, B online), e hice lo posible para que pudiesen asistir al laboratorio el máximo número de alumnos posible. Dado el riesgo inherente de tener parejas trabajando a corta distancia, pedí mamparas para que pudiesen trabajar con seguridad. Petición denegada. Hace meses pedí (y no sólo yo, también otros profesores) que nos duplicaran el número de sesiones de prácticas para poder cumplir con todos los alumnos, lo que requería más tiempo y personal. Petición denegada. Pregunté qué hacer en esas condiciones en las que sólo la mitad de los alumnos podían asistir a clases prácticas. Me dijeron: virtualize usted. Y eso hice. La mitad de las sesiones de prácticas serían presenciales, y la otra mitad una combinación de vídeos y datos simulados. No es lo ideal, pero es lo mejor que podemos ofrecer dadas las circunstancias de la nueva normalidad.
Llegamos a noviembre. La pandemia sigue descontrolada, la curva no hace más que subir y Granada alcanza diariamente cifras que un mes antes se consideraban horribles. Eso me planteó la inevitable pregunta: ¿hasta qué punto vale la pena arriesgar la salud de los alumnos, y la mía propia, obligándoles a venir a unas prácticas presenciales en las que, como mucho, podrían hacer la mitad de las prácticas? ¿Tiene sentido hacerles venir una vez al día al laboratorio, cuando estamos al borde de un nuevo confinamiento?
Yo pensé que lo más razonable era pasar a online 100%. Para eso me basé en la orden de la Junta de Andalucía, que permite prácticas presenciales si son insustituibles y no prorrogables (mis prácticas no son insustituibles, y mucho menos esenciales). Hablé con los demás profesores de la asignatura, y de común acuerdo decidimos pasar directamente a escenario online. Todos los alumnos podrían entender una práctica, procesar los datos y preparar los informes en la seguridad de sus propios pisos o casas.
La primera semana todo fue bien. Las sesiones presenciales se dedicaron a resolución de dudas y cuestiones (parece mentira lo cómodo que resulta Google Meet para esas cosas). Ya han hecho dos sesiones virtuales de prácticas, y mientras escribo estas líneas me están llegando los primeros informes para corregir y evaluar.
Entonces fue cuando me topé con Burocracia Central.
Mi Universidad entiende que el “podrán ser presenciales” en realidad significa “deberán ser presenciales”, y mantiene la tesis de que todas las prácticas, sin excepción, han de ser presenciales. Da igual que, como en mi caso, no podamos cumplir esa presencialidad al 100% por falta de horas; no importa que mi comunidad se haya acercado tanto como legalmente puede al confinamiento total; no importa que mi presidente autonómico haya pedido confinamiento domiciliario una y otra vez. Pase lo que pase, las prácticas presenciales deben continuar. The show must go on.
Hace un rato me llegó un correo electrónico. Estoy citado el lunes por la mañana con un responsable universitario (no diré nombres, por supuesto) para “hablar del tema”, lo que significa volver al escenario de prácticas (semi)presenciales tal como dicta la orden de la Rectora. “Nos vemos el lunes” es la frase final del correo. Los otros profesores de prácticas ya se han avenido a ello. Sólo quedo yo.
Sinceramente, no sé que hacer. Mi primer impulso es mandarlos a todos a tomar por Trump y seguir las prácticas online, de acuerdo a lo que me dice mi conciencia; pero si he aprendido algo en estos meses es que los altos mandos de mi Universidad están más preocupados por seguir el protocolo al pie de la letra que por ver las cosas con perspectiva y un par de dedos de frente. Los veo muy capaces de abrirme un expediente y acusarme de falta muy grave (abandono del servicio, incumplimiento de funciones, desobediencia a órdenes de su superior…). Si me aplican la legislación vigente, las sanciones pueden llegar a mi separación del servicio o a la suspensión de funciones por hasta seis años.
Os lo confieso: tengo miedo. Por primera vez desde el inicio de la pandemia tengo miedo. Puedo perder el trabajo que tan felizmente he hecho durante veintinueve años, el sostento y seguridad de toda mi familia. ¿Por qué? Por negarme a tomar una medida perjudicial para los intereses de cuarenta estudiantes que confían en mí para su educación.
El lunes veremos qué pasa, y os contaré cuál ha sido mi decisión.
Saludos a todos. Quedaos en casa. AQ
[ACTUALIZACIÓN 16/11/2020] Como me esperaba, mi primera reunión ha sido muy breve, lo justo para sacar el móvil, darle al botón de grabar y ver como mis interlocutores salían por la puerta sin decir palabra. Ha sido la reunión de trabajo más corta de mi vida.
[ACTUALIZACIÓN 20/11/2020] Hoy alguien (no sé quién) me dio de alta en el sistema de notificaciones HERMES de mi Universidad, y catorce minutos después recibí una notificación oficial de un responsable universitario. En ella se me insta a cumplir mi docencia práctica de manera presencial, advirtiéndome de que en caso contrario “podré incurrir en responsabilidad.” Ni una palabra sobre por qué mis prácticas se consideran insustituibles e inaplazables, pero al menos tengo una declaración oficial de un superior jerárquico ordenándome que vuelva al laboratorio; y, supongo, aceptando la responsabilidad en caso de que suceda algo.
El próximo martes tengo una nueva sesión de prácticas. Entonces decidiré qué hacer.
[ACTUALIZACIÓN 27/11/2020] Esta semana, tras meditarlo tranquilamente durante el finde, escribí a mis alumnos que volvíamos a docencia práctica presencial. Les tranquilicé, eso sí, diciéndoles que quienes no pudieran ir no tendrían que hacerlo, y que en ese caso les enviaría los datos por e-mail para trabajar desde casa; quizá os resulte extraño, pero recordad que mis prácticas no son de carácter obligatorio. Recibí bastantes correos de agradecimiento por parte de alumnos que temían volver, algunos con parientes bajo su responsabilidad, otros que habían pasado el virus. Finalmente decidieron no asistir a prácticas y me encontré solo en el laboratorio (eso que se ahorraron, porque estaba helado y sin calefacción). Mantuve abierta una sesión de Google Meet para las preguntas de los alumnos, que aprovecharon bien el tiempo. El proceso de corrección de informes a distancia funciona bien, la llevamos dos semanas corregidas, y creo que están aprendiendo incluso más que antes. Y más seguro. Y, por supuesto, más calentitos desde casa.
Cuando hay que reducir contactos y reducir la movilidad al mínimo, las universidades siguen con la presencialidad ante todo como si en las universidades no se produzcan contagios
(Spoiler: Se producen y muchos, pero se manipula diciendo que es por actividades extra-académicas o directamente sin dar los datos).
No podemos seguir enseñando como si estuviésemos en enero. Ha cambiado todo.
Ánimo. Desde el punto de vista práctico, yo veo que las cuestiones a tener en cuenta son dos:
1) ¿Hay que tomar lista de los alumnos que asisten a prácticas?
2) ¿La evaluación ha de realizarse obligatoriamente en el laboratorio?
Si la respuesta a estas dos preguntas es negativa, los alumnos que lo prefieran (una minoría) asistirán presencialmente a las prácticas y otros (la mayoría) preferirán hacerlo en remoto. El profesor, por supuesto, siempre presencialmente en el laboratorio.
Así son las cosas, los intereses políticos y económicos mandan. Los intereses políticos porque la universidad tiene que dar ejemplo y los económicos porque los alumnos tienen que contribuir al gasto con alquileres, desplazamientos y demás.
En mi caso particular, las prácticas son voluntarias (quien no quiera hacerlas no las hace, pero quienes las hagan consiguen hasta el 20% de la nota global). No se dice que haya que ir al laboratorio necesariamente (no es algo que se plantearse nunca)
He oído que hay universitarios de otras universidades del país donde les pasa lo mismo, les emplazan a ir presencialmente aún en aquellos casos en que tienen alguna condición de salud que les hace ser de (especial) riesgo. Que ya es peligroso exigir de por sí la presencialidad en esta situación, pero en el caso de riesgo es directamente temerario.
Qué desastre. Es una pena que haya personas que tengan en sus manos el trabajo y el estudio de otros y no tengan en cuenta la salud de todas esas personas. Imagino que la cosa cambiaría si hubiese responsabilidad una vez demostrado el contagio en el centro en cuestión.
En los bachilleratos tenemos 35 alumnos más profesor por aula. Este dato no se da en ningún sitio. Y seguimos…
No me parece un debate tan sencillo, hay muchas variables que no tratas.
Desde luego, si todos los profesores preparasen las clases virtuales de una forma similar a como tú haces, por los vídeos que he podido ver, no habría ningún problema. Pero lo reconozcamos o no, todos sabemos que desgraciadamente eres una excepción. Soy profesor de FP y el año pasado desde marzo trabajé más que nunca. Pero por comentarios de compañeros, familiares y amigos, que cursan e imparten estudios de todo tipo, me da la impresión de que el porcentaje de profesores que piensan que la educación virtual es simplemente pasar apuntes, es demasiado elevado.
Por otro lado hay una componente de relaciones sociales en los estudios a todos los niveles educativos que, aunque es evidente que en la universidad es menos importante, no creo que deba reducirse nunca a cero.
Desde luego, no se puede seguir dando clase como si no pasara nada, pero hay alternativas, como por ejemplo grupos reducidos, mantenimiento escrupuloso de medidas de seguridad e higiene, etc. a tener en cuenta antes de plantear una presencialidad cero, y en las prácticas esto es esencial.
En agosto la Rectora UGR dijo que en Septiembre todo el mundo al trabajo. Hasta la semana pasada y con los datos tan horrorosos de contagios seguían diciendo lo mismo como si la UGR tuviera kriptonita contra el virus. Entonces ya dijeron que se pudiera teletrabajar el 50% y el resto presencial. En los despachos tienes que dejar la ventana abierta porque no hay filtros HEPA. Si no te contagias del covid, te pillas una pulmonía. Han dado una mascarilla ffp2 por persona para toda la semana,cuando se supone que no debes usarla más de 8 horas. Habían habilitado un aula que yo sepa,no se si hay mas en otros centros, sin ventilación para dar clases, pero como se suspendieron las clases presenciales, no hubo que usarla. En aulas con equipos ¿quien limpia los teclados con el cambio de clases? Puedo seguir escribiendo barbaridades y no termino.
En Políticas en Octubre los positivos entre los trabajadores, se salían de las gráficas, pero en la UGR no hay contagios…no. Parece que hacer «un doctor Simón » es algo que tiene bien aprendido la señora rectora.