Reflexiones desde la torre de marfil I: la seguridad de las universidades

Torre de la Universidad
¿Espacio seguro frente al covid? Hablemos

Soy tan vociferante en Twitter (@elprofedefisica) como callado en el blog, como habréis podido notar últimamente. Lo último que escribí sobre temas docentes fue en noviembre (“Por qué me niego a dar clases presenciales” 13/11/20). Desde entonces he estado muy callado. En parte se debe a que me he visto sometido a un ritmo de trabajo tremendo, ya que eso de dar clases online es lo más trabajado que hay (sólo un ejemplo: 55 vídeoapuntes para mis alumnos, que se dice pronto). Pero también hay otro motivo: prefería esperar a que se asentase el polvo. Temas controvertidos y en constante actualidad, como la presencialidad o la seguridad de la Universidad, son difíciles de describir, y menos de comentar, cuando estás en medio de la tormenta.

Creo que ahora ha llegado el momento. Al menos, ahora tengo algo de tiempo después de haber terminado este semestre, incluido examen online. Me ha servido como catalizador el reciente comunicado de la CRUE (Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas) titulado “En defensa de la presencialidad del sistema universitario español”, que se publicó el pasado miércoles 27 de enero como respuesta a las críticas que están recibiendo por parte tanto de alumnos como del propio ministro de Educación.

Soy consciente de que algunos de mis compañeros van a sentirse molesto por lo que escribo a continuación, pero creo que debo hacerlo. Nunca he sido partidario del “mi gente con razón o sin ella”, la considero una filosofía que no hace bien a nadie. Usaré ejemplos de mi Universidad (la de Granada) porque trabajo en ella y es la que mejor conozco, pero lo que he escrito en este conjunto de cuatro artículos (este es el primero) es aplicable a la Universidad pública española en su conjunto; y puede que también de las privadas, aunque de esas no sé mucho.

Comencemos.

“La Universidad es un espacio seguro” es una frase que, a fuerza de repetirla, prácticamente se han convertido en un mantra. Hay hidrogel por todos lados, las clases están cerradas, hacemos un protocolo tras otro y en general nos sentimos bastante satisfechos del resultado. Si alguien duda, no tiene más que ver esas imágenes de irresponsables con que nos bombardean los medios de comunicación día sí y día también. Lo estamos haciendo bien, eso no va a pasar aquí, nos decimos.

En todos esos casos me acuerdo de lo que decía mi abuela la del pueblo. Cada vez que alguien le comentaba algún problema familiar (un niño problemático que tiene TDAH, o que sencillamente suspende un examen, alguien que no superó una oposición) su respuesta era siempre la misma “en mi familia no pasan esas cosas”. Todo era problema de otros, no de los míos. En otras casas eso podrá pasar, pero en la mía por supuesto que no.

En general tendemos a aplicar el latiguillo de mi abuela en todo tipo de situaciones. ¿Te han despedido y vives en la calle? Seguro que habrás hecho algo mal, pero en mi casa no pasan esas cosas. ¿El mundo está hecho una basura por los plásticos? Yo reciclo, no son de los que tiran bolsas en el campo, en mi casa no hacemos esas cosas. ¿Aumentan los accidentes de tráfico? Eso es porque conducís mal, en mi casa no pasan esas cosas.

Y siempre tenemos razón. Hasta que pasan.

Lo mismo pasa con la pandemia. Las medidas de seguridad aumentan el nivel de protección hasta cierto punto, pero sólo hasta cierto punto. Incluso en una situación ideal siempre hay un riesgo de contagio de covid hagamos lo que hagamos. Conozco ejemplos de amigos médicos que, tras tomar todas las precauciones, acaban infectándose por las vías más insospechadas. Siempre puede pasar en tu casa. No te creas que no.

Y tampoco sirve de mucho barrer para afuera. Aunque los alumnos guarden todas las precauciones en el recinto universitario, acaban juntándose en la puerta; y antes de eso, en el autobús o el metro; y antes de eso, vienen del pueblo donde estaban seguramente confinados. A un compañero le oí justificar la presencialidad en los exámenes diciendo que lo contrario denigraría a la Universidad y enviaría el mensaje de que es más importante abrir los bares que ir a clase; argumento que, por cierto, ya dijo mi propia Rectora cuando se enteró que la Junta cerraba las aulas (“… parece que se entiende que es mejor que vayan a los bares, a las cafeterías o al ocio nocturno”, Atención a medios de la rectora de la UGR tras las medidas adoptadas por la Junta de Andalucía, 13/10/2020, minuto 4:05).

Pero no se trata de calibrar quién lo está haciendo mejor y culpar a los “irresponsables” que lo están haciendo mal. No es una cuestión de limpiar hasta la puerta y encogernos de hombros ante lo que pase más allá porque eso ya no es de nuestra jurisdicción. Tenemos una responsabilidad integral (ahora que está de moda ese palabro) frente a una situación límite en la que no basta con cumplir el protocolo e irse a casa satisfecho. Por mucho que nos esforcemos, meter a miles de personas en aulas no es una buena idea durante una pandemia. Por eso mi comunidad autónoma cerró las aulas hace meses, cosa que no ha sentado bien a muchos.

Por cierto, no entiendo cómo puede una universidad afirmar que son un espacio seguro. Si se refiere a que no hay apenas contagios demostrados tal vez tengan razón pero no podemos saberlo porque el covid no es como una de esas enfermedades que salen en las pelis apocalípticas, ya sabéis, esas en que el zombi te muerde y a los quince segundos ya estás contagiado. Es muy difícil saber dónde o cómo se ha contagiado alguien. Aparte de eso, un pequeño detalle: quizá las aulas son seguras porque… ¡están vacías! ¡Claro que nadie puede contagiarse ahí! Pero precisamente son seguras porque la Junta de Andalucía las vació por decreto. No me parece bien sacar pecho y presumir de que “esas cosas no pasan en mi casa” cuando la casa está vacía. Recomiendo algo más de humildad al hacer este tipo de afirmaciones, señores rectores. Y señoras rectoras.

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