El mundo universitario más allá de Wuolah

¡Que mis apuntes en fotocopias siguen en la onda, releñes!

En un post anterior hablé de mi experiencia con Wuolah. Ahora voy a hablar de lo que pienso, e iré más allá para englobar un debate amplio y necesario.

Hace unos días salió un artículo en El País sobre una web llamada Wuolah que sirve principalmente para intercambiar apuntes. Mi Facultad nos envió esa misma mañana a los profes un email diciendo que quien viese lesionados sus derechos tenía todo el apoyo oficial, que si posibles medidas legales, bla, bla.

Yo no tenía ni idea de que era Wuolah, pero tampoco es que me sorprendiese que los alumnos intercambiasen apuntes en pdf. Siempre ha sucedido así. Lo que parece que molesta a algunos es una cosa. Bueno, dos cosas. Bueno, más de dos, pero voy a sintetizarlas en dos: que los alumnos ganen dinero vendiendo apuntes; y que los profesores, que somos quienes dan las clases para hacer esos apuntes, no vean un duro.

No sólo se trata de los apuntes. También está el problema de los materiales que el profe realmente se ha currado, y que en muchos casos también acaban en sitios como Wuolah. En este caso, es claro que los alumnos hacen mal vendiendo material ajeno sin autorización. A fin de cuentas, si eres profesor y te molestas en currarte un powerpoint, unos apuntes buenos o algo así, los derechos de propiedad intelectual deberían ser tuyos y beneficiarte a tí. En eso, entiendo que a un profe no le haga gracia ver cómo su propio esfuerzo beneficia a terceros.

En este punto no tengo más remedio que recordaros, compañeros profesores, una máxima implacable de los tiempos presentes: a Internet se viene llorado de casa. La tecnología favorece al copiador, y hagamos lo que hagamos no vamos a poder evitarlo. Es triste, puede ser irritante, ilegal, inmoral, lo que queráis, pero es. Sencillamente, es. Y no hablo por terceros. He visto en scribd y otros lugares libros enteros que he escrito yo para venderlos en Amazon. He encontrado mi manual de prácticas de laboratorio, mi Excel para ajustes lineales, un montón de cosas que me han costado mucho trabajo y que no me gusta ver por ahí llenando bolsillos ajenos. Pero lo asumo como parte de las reglas del juego. Sinceramente, compañero, si no quieres que los alumnos compartan tu powerpoint, limítate a enseñarlo en clase. Puedes hacer una versión “nomeimportaquecopiesesto” para difusión, o buscar otra solución; pero si entramos a la cocina, hemos de estar mentalizados a que nos vamos a quemar los dedos.

En un marco más amplio se ha abierto un debate sobre la docencia y los derechos de propiedad intelectual. Algunos creen que, puesto que el profe se ha molestado en currarse las clases, los apuntes que tomen los alumnos en cierto modo les pertenecen, y si se venden debería ser el profe quien se beneficie económicamente. Otros, por el contrario, opinan que el trabajo de sintetizar una explicación oral, transcribirla y hacerla clara es algo que pertenece al alumno y que éste tiene todo el derecho de hacer con su trabajo lo que quiera.

Precisamente me he decidido a escribir sobre el tema por un tuit de un compañero profesor sobre el tema, que acabo de comentar. Las opiniones mayoritarias que he leído apoyan la idea de que el alumno es el dueño de sus apuntes. Algunos recuerdan que, si el profe no da materiales de apoyo o si es mal explicador, los apuntes “buenos” no serían necesarios. Por lo que me cuentan algunos alumnos (no de mi curso), sitios como Wuolah son especialmente atractivos cuando los profesores son del género zote, sea por sus explicaciones o por sus materiales; es decir, el intercambio de apuntes no beneficia sólo a alumnos vagos sino a los trabajadores también.

Contra esa tesis se opone la tesis de que es el profesor quien debe recibir el mérito. La argumentación pasa por recordar que el profesor se ha preparado las clases, lo que a veces no es fácil (no siempre se trata de fusilar un libro de texto), y en cierto modo su clase magistral es su obra. Hay compañeros que sinceramente piensan esto y lo creen así por convicción propia; otros son más pragmáticos y se han acostumbrado a sacarse el sobresueldo con su libro o sus apuntes, ese que siempre dicen que es opcional (y que luego, de opcional, poquito), de modo que no quieren que le toquen el bolsillo.

Personalmente me inclino por la primera opinión: los apuntes son del alumno, y si puede venderlos hasta superar en ventas a J.K.Rowling, mejor para él.

Personalmente también, creo que nos equivocamos limitando este debate.

Hablar de Wuolah como modelo de negocio para los apuntes de los alumnos y debatir a favor o en contra es interesante, sí; pero resulta que Wuolah en su versión “copio el powerpoint del profe porque tengo un morro que te lo pillas”, que es lo que realmente molesta a más de un profe y más de dos, no es sino parte del problema de la docencia en el siglo XXI.

Hasta ahora no nos hemos preocupado mucho del tema, pero ahora que nos hemos acostumbrado a la docencia online y los escenarios a distancia, seguimos sin hablar del tema de la propiedad intelectual por los contenidos de docencia.

Y no se trata solamente de apuntes. Si un profesor da una clase online, ¿a quién pertenece el vídeo, o los derechos del streaming? ¿Y sus derechos de imagen? ¿Cómo queda la relación con la Universidad?

Más aún: ¿puede la Universidad negar el acceso a materiales audiovisuales, del tipo que sea, de otras Universidades? Imaginaos un profe muy malo en Málaga, y otro muy bueno que da la misma materia en La Coruña. Ambos suben sus vídeos de clase, o bien sus clases en streaming. ¿Cuánto tardarán los alumnos malagueños en darse cuenta que lo mejor es seguir al profe gallego, que lo hace mucho mejor? ¿Tiene derecho la Universidad de La Coruña de negar a otros alumnos el acceso a una clase por streaming si el profesor lo autoriza? ¿Podría negarse la Universidad de Málaga a que sus alumnos “sigan” a otro profesor? ¿Qué tienen que decir los propios docentes en todo esto?

Incluso podríamos profundizar más. ¿Qué sentido tiene el propio concepto de cursar una asignatura si puedes hacer la mayor parte de ella (seguir las clases, enviar trabajos, etc) en casi cualquier Universidad? ¿No deberíamos ir gravitando hacia un modelo estilo UNED, en el que los alumnos se van gestionando su propio aprendizaje y buscando los materiales y las explicaciones de los mejores profesores?

Es un debate duro. Afecta a la propia esencia de la Universidad, a su “modelo de negocio”. Ahora los alumnos pueden cursar estudios en su casa, a distancia, en lugar de mudarse a la ciudad donde esté la Universidad. Eso lo va a cambiar todo: el modo de dar clases, la necesidad de tener grandes instalaciones con aulas, la plantilla del profesorado, el trabajo del propio profesor… todo, absolutamente todo.

Va a ser un cambio enorme. Hace un par de años poca gente usaba Google Meet en mi Universidad, y mire usted, ahora nos ha salvado el curso. No digo que todo deba convertirse en una gigantesca aula online, pero existiendo el concepto y las herramientas (y como nos ha enseñado la pandemia, la necesidad), ahora que hemos dado un paso de gigante en lo que podría ser la Universidad del siglo XXI, deberíamos hablar seriamente de todo ello. Y prepararnos. Y adaptarnos.

Comparado con eso, la discusión sobre Wuolah es bueno o malo me parece bizantina. Salvo quizá porque es el enésimo recordatorio a los profesores de que, o nos ponemos las pilas, o vamos a quedarnos en la cuneta. Como decía el abuelo Simpson “yo estaba en la onda, pero luego cambiaron la onda y ahora resulta que estoy fuera de onda”. No debemos dejar que nos pase a nosotros.

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