Amazon (ebook, papel), Barnes & Noble (papel), Google Play (papel)
[Página de autor en Amazon]
El 8 de mayo de 2001 fue un hermoso día. Aunque sabíamos de la existencia de Echelon y las redes de interceptación de EEUU y otros países, no existía ningún Snowden que nos asustase con la verdad. Las secuelas del 11-S todavía no habían golpeado con toda su crudeza, y en 2002 muchos todavía creían que la NSA no se dedicaba a espiarlo todo. Qué tiempos aquellos.
Pero ese día algo había cambiado. El gobierno de Aznar había decidido que Internet era lo bastante grande y jugoso como para controlarlo. Como pasa siempre, los colonos que hacen suyo un territorio a base de sudor y esfuerzos iban a ser desplazados por los especuladores, los financieros, los legisladores, los carpetbaggers. Era hora de civilizar el territorio, y para ello se creó en 2000 el Ministerio de Ciencia y Tecnología. Pero un ministerio no es nada sin una gran ley, algo que cree jurisprudencia y costumbres, una especie de biblia para guiar a los internautas a un futuro regulado y ordenado. La LSSI sería esa biblia.
Kriptópolis alzó las banderas de lucha, y muchos le siguieron. Durante algo más de un año hicimos todo lo posible por detener la nueva ley, a la que considerábamos un despropósito. Fueron tiempos de esperanza. Una ley que se esperaba sería aprobada en cuestión de dos meses tuvo que dar vueltas y vueltas durante más de un año. En ciertos momentos, estuvimos a punto de conseguirlo. Al final, perdimos. La LSSI fue aprobada, y continúa en vigor a día de hoy.
La lucha contra la LSSI fue, hasta donde recuerdo, el primer encontronazo serio entre Internet y el Estado, entre internautas y gobernantes. El grito “¡Fuera la LSSI ya!” fue la manifestación pública y masiva de que algo iba mal en el paraíso digital. Después vendrían otras guerras. ¿Recuerdan la lucha contra la SGAE y demás entidades de gestión, contra el canon digital, contra Echelon y la NSA? La ley LISI, la ley Sinde, la ley Sinde-Wert, la ley Lasalle… todas vinieron después. Para cada una de ellas hubo una protesta, una campaña, una manifestación digital tras otra. Todos esos lodos vinieron de los polvos de la LSSI.
Este libro es mi intento por mantener viva la memoria de esa primera gran lucha digital. A los jóvenes del lugar les vendrá bien saber que sus grandes causas, sus luchas irrenunciables, sus deseos innegociables han tenido eco en la generación anterior. Quizá comprendan que algunas cosas nunca cambian, y tal vez aprendan de nuestros errores. A los viejos del lugar, aquellos que recuerdan una época en la que no existía Internet y había que crearlo paso a paso, les agradará recordar lo que fue y lo que hicimos, para bien o para mal.
Lo que encontraréis aquí es, sencillamente, lo que yo escribí en aquella época. No se trata de un relato escrito por un historiador años después, sino un compendio de lo que sucedió cuando sucedió. Aparecieron en mi viejo Boletín ENIGMA, en mi sección Informes, en webs que puede que ya no existan. Ahora perdurarán algo más.